El lago Erie esconde algo bajo su verde y turbia superficie, y es más complejo de lo que parece. Recientes hallazgos de la Universidad Estatal de Ohio arrojan luz sobre este fenómeno. Revelan que durante el comienzo del verano, podríamos estar sobrestimando el daño de estas toxinas. Pero a medida que disfrutamos de los últimos días de sol, estas toxinas podrían ser más fuertes de lo que prevemos.
El inquietante Erie
El lago Erie no es solo un lugar de belleza; abastece de agua a unos 11 millones de personas en Estados Unidos y Canadá. Este magnífico lago sufrió un grave brote de toxinas en 2014 que interrumpió el suministro de agua potable en Toledo durante tres días, dejando a 500.000 personas sin agua potable segura.
Reconociendo el papel vital del lago Erie como fuente primaria de sustento para millones de personas, es imperativo garantizar la calidad del agua mediante la comprensión de la concentración de toxinas. Como señala Justin Chaffin, autor principal del estudio, “entender qué toxinas hay en el agua nos ayuda a gestionar nuestras playas, los procesos de tratamiento del agua e incluso a orientar a la gente sobre cuándo es seguro mojarse los dedos de los pies.”
La microcistina común
En el centro de este asunto se encuentra una toxina llamada microcistina. La microcistina pertenece a la categoría de las cianotoxinas, que son generadas por cepas específicas de algas verdeazuladas, denominadas científicamente cianobacterias. Estos compuestos nocivos suscitan gran alarma debido a su capacidad para infligir daños a los seres humanos, los animales y el ecosistema en general, sobre todo cuando existen en niveles elevados.
Considérelo una especie de agente malintencionado con muchos aspectos. El tipo de problema que puede causar depende de pequeños cambios moleculares. Hay cientos de tipos de microcistinas, que se ven afectadas por los niveles de nitrógeno en el agua. Al principio del verano, cuando el nitrógeno es alto, dominan las toxinas más suaves. Pero a medida que el nitrógeno disminuye, aparecen las más fuertes.
El villano veloz
Pero no todas las toxinas son iguales. En el lago Erie, la toxina MC-LR ha sido la comidilla de la ciudad. Sin embargo, el equipo de Chaffin descubrió otras que podrían ser mucho más o mucho menos tóxicas.
En su estudio, tomaron muestras de 15 lugares diferentes del lago durante dos años. Observaron que, al principio, la MC-RR dominaba las aguas, siendo cinco veces menos tóxica que la MC-LR. Pero al final del verano, MC-LA, que puede ser dos veces y media más tóxico que MC-LR, tomó la delantera.
El estudio reveló una fuerte conexión entre los niveles de toxicidad de los congéneres más comunes en el lago Erie y la presencia de nitrógeno en el agua. En los primeros meses cálidos, cuando abunda el nitrógeno, los congéneres dominantes tienden a ser la variedad menos nociva. A medida que avanza la estación y descienden los niveles de nitrógeno, el equilibrio cambia y predominan los tipos de congéneres más tóxicos.
Hacia un futuro más seguro
Los cambiantes niveles de toxicidad de las aguas del lago Erie tienen implicaciones directas para los procesos de tratamiento del agua, las actividades recreativas y los avisos de salud pública. Es evidente la necesidad de una vigilancia continua, una previsión precisa y unas intervenciones oportunas.
Comprender estos cambios y los factores que los impulsan es el primer paso para garantizar la seguridad del agua extraída del lago Erie. Aunque investigaciones como las del equipo de Chaffin arrojan luz sobre el problema, la vigilancia constante, las soluciones innovadoras y la sensibilización de la población serán las piedras angulares para garantizar que el lago siga siendo una fuente de agua fiable para millones de personas.